sábado, 19 de septiembre de 2015

Yo no sueño nada... O si sueño, no me acuerdo...

Cuando se nos van los sueños al despertar y no los podemos recordar, se hace así y es infalible:
En la mañana, aún en la cama, boca arriba y con las piernas y brazos estirados, imaginar un punto de luz sobre nuestros pies unidos, que empieza a girar alrededor de nuestro cuerpo estirado,

CLAVE: en el sentido contrario a las manecillas del reloj. OJO: ¡Todo esto con los ojos cerrados!


La lucecita va generando a su paso una línea dorada espiral que nos enuelve (según me enseñaron originalmente, contra malas energías) y dependiendo de la densidad con que queramos envolvernos, va subiendo hacia la cabeza. Al llegar a ella, podemos volver a bajar siempre envolviendo en contra de las manecillas del reloj.

El caso es que cuando uno hace esto, los ojos cerrados describen círculos en un movimiento inusual que según mi interpretación, desenrolla literalmente el sueño olvidado y lo vuelve a traer a nuestra mente conciente.

Ese es el método. Y como dije: No falla nunca. Es una delicia para que no se escape ningún episodio a los amantes de interpretar los propios sueños. Espero que les funcione...

Lo encontré, porque desde muy pequeña le dí gran importancia a los sueños. Los anotaba en eternas libretas de letra chiquita, constituyéndose en relatos fantásticos de ciencia ficción, porque mi imaginación nunca tuvo límites. Luego, algunos días despúes, gozaba pasándolos en limpio en un cuaderno bonito y recordando mis aventuras.

Mi hermano menor, en mi cumpleaños me regalaba las libretas que yo consumía ávidamente... hechas a mano, con recortes de papeles usados... ¡Una belleza! Yo las dejaba sobre la mesita de noche con un lápiz y, CLAVE: lo primero que hacía al despertar, antes de hablar o atender algo, era escribir rápidamente las guías que me permitirían recordar la totalidad del sueño de esa noche.

Hubo luego, a los 15 años, muchas libretas quemadas el fuego puro, a cielo abierto, en el Montecito  de nuestra casa campestre. Sentía que si alguien las leyera descubriría todos mis secretos sicológicos. Sin embargo, seguían produciéndose más libretas... Y conservo unas dos, que lamentáblemente no son tan locas como las primera, pero me siguen gustando.

Pero cuando vino la juventud, otras cosas ocuparon mi mente y los sueños cambiaron a encuentros con personajes posibles e imposibles de mi fantasía. Y los sueños de vuelos de montaña a montaña y de mundos de lógica inversa desaparecieron por décadas. Ya era yo de los tristes adultos que dicen: "Yo no sueño nada... O si sueño, no me acuerdo" Y es triste, porque el sueño, además de divertir, siempre nos enseña algo relacionado con lo que estamos viviendo.

Vino mi ingreso formal a la práctica de la meditación, y un maestro jovencito me enseñó, por casualidad algo, una metodología, que era para otra cosa: Era una forma de "protegerse" cada mañana contra malas energías. Y así, descubrí que este método rebobinaba la memoria inmediata y permitía recordar el sueño de la noche pasada. ¡Es fabuloso!




sábado, 5 de septiembre de 2015

¿Cuál es nuestra esencia?


Leí un interesante relato del Dr. Wayne Dyer, -que a propósito, era un gran maestro y murió hace pocos días en Hawai-.

Este doctor escribió varios libros que originalmente eran de autoayuda... Como muchos, y con un gran éxito editorial... Para mi gusto nada muy especial. Sin embargo, después se fue volviendo más y más espiritual y profundo, culminando con una experiencia mística que lo convirtió en un sabio, cuyas opiniones sobre muchos temas me han parecido reveladoras.

Es el caso de la conferencia a la que llevó una naranja y pidió a un asistente que le dijera qué saldría de esa fruta si la exprimieran-. El asistente dijo, "Pues saldrá jugo de naranja". El doctor Dyer insistió: "Y si la pinchamos, cortamos y presionamos, ¿Podría salir jugo de guayaba?". El asistente a la charla, medio molesto, le contestó que eso era imposible.


Entonces, el doctor Wayne Dyer preguntó entonces, "¿Por qué si la exprimo sale jugo de naranja?" a lo que la gente contestó: "Porque eso es lo que hay adentro".

El doctor concluyó: "Supongamos que esto no es una naranja, sino que somos nosotros: ¿Qué sale cuando la gente o la vida nos oprimen...? Cuando algo nos ofende o nos hiere?"

"No importa quien sea el que nos exprime: el jefe, nuestro padre, nuestro vecino... Si la rabia, el odio o el dolor salen de nosotros, es porque eso es lo que tenemos dentro".

"Y si en cambio, nos ponemos a la tarea de permitir que el amor reemplace todo lo que está contenido en nuestro interior, probablemente de nosotros no podrá salir, en ningún caso, otra cosa que no sea amor".


Clarísimo, Doctor Dyer.



viernes, 4 de septiembre de 2015

Desaparecer en la meditación


Imaginemos que somos un pequeño buda de azúcar que adorna una torta de cumpleaños en Vietnam o Japón. Una torta muy especial, porque fue fabricada para un niño muy especial.

Pero da la circunstancia que él vive en un pueblito lejano al que se debe llegar por balsa atravesando el mar. El balsero rema.

Va esa ligera balsa en aguas profundas, con su preciosa carga de festividad y alegría. El buda de azúcar se sabe importante y se mantiene muy serio sobre la torta, oscilando con la marea a derecha y a izquierda, pero sin perder la concentración, pues está, como siempre, meditando.

De pronto, viene una ola  alta que ladea la balsa, e inusitadamente y a pesar del esfuerzo del balsero por recuperar el preciado encargo, el pequeño buda resbala y ¡Cae al mar!


¡Bluup! Desciende despacio entre el agua, que con sonidos raros y oscuros deja entrar rayitos torcidos y salados de sol. Azul claro.  Verde oscuro... Azul oscuro... ¡Negro!

Somos ese buda... Sentimos la caída... el frío del agua salada... Caemos con los ojos cerrados. Entrando en el silencio... Perdiendo nuestro ego hasta un nivel impensable, porque el azúcar se va disolviendo en el agua y de nosotros y nuestra importancia, ya pronto no quedará nada.

Se disolvió. Somos solamente agua en agua. Silencio. Conciencia.